La música tiene un impacto profundo en el cerebro, afectando tanto nuestras emociones como nuestras funciones cognitivas. Escuchar una canción que nos gusta puede provocar la liberación de dopamina, un neurotransmisor asociado con el placer y la recompensa. Este efecto es similar al que sentimos al comer algo delicioso o al alcanzar un logro personal, lo que explica por qué recurrimos a nuestras canciones favoritas para mejorar nuestro estado de ánimo.
Además, la música tiene el poder de regular nuestras emociones: melodías suaves pueden reducir los niveles de cortisol, la hormona del estrés, ayudándonos a relajarnos, mientras que ritmos más enérgicos pueden motivarnos y aumentar nuestra energía.